Un puente festivo puede llevar hasta 500 mil personas a la Comuna 13 de Medellín
La primera sorpresa fue encontrarnos con un rio de gente que subía y bajaba por estas escaleras en un recorrido de casi un kilómetro, que asciende sobre el lomo de la montaña y un reguero de casas, que se estrechan una a otras para dar albergue a las familias que van creciendo en estos barrios populares.
El recorrido por estas escaleras parecía una enorme peregrinación, donde no había santos que venerar, ni criptas, o personajes milagrosos. Era la simple curiosidad por conocer en que se había convertido la Comuna 13 de Medellín, otrora centro de la violencia urbana más cruel que se conociera en un centro urbano.
Hoy, las balas
y la violencia fueron remplazadas por toda clase de negocios, toldos y quioscos
esparcidos a lado y lado del ascenso a la 13, donde ofrecen todo tipo de
suvenires, cachuchas camisetas, juguetes, regalos, artesanías, cuadros,
esculturas, comestibles, postres, helados cerveza, y claro, no podía faltar el
espectáculo musical a cargo de los jóvenes del barrio, cantando o bailando rap
que arrancan aplausos de los visitantes.
Todo es gratuito y todavía no cobran por el ingreso al barrio o las escaleras, como sucede en Colombia cuando un atractivo turístico comienza a tomar fuerza y cobran por entrar y hasta por salir.
En medio de
este mosaico de colores y de personas de todos los orígenes y tamaños, y
acompañados por el sol de las dos de la tarde, nos abrimos paso para recorrer
los 350 escalas eléctricas que por tramos, permiten el ascenso sin mayor
esfuerzo.
En cada tramo hay negocios de toda clase y los antioqueños que son famosos por ser negociantes, han convertido las terrazas de sus casas en negocios de comida, de café, de postres, helados, o de baile, o de todo lo que pueda producir recursos para la familia.
Y realmente la
economía se mueve de una forma increíble un fin de semana en la comuna 13
gracias a las ya famosas escaleras eléctricas. Yo calculo que se vende más un
fin de semana allí, que en lugares más encopetados de Medellín como puede ser
el Parque Lleras o un centro comercial.
Hasta los
murales los interfieren los toldos con cachivaches, pero todavía queda espacio
para la infaltable foto o la selfie de rigor.
Pero lo sorprendente si fue el “mero gentío” que subía y bajaba constantemente, a lo largo de un kilómetro de recorrido, porque el sendero no termina en las escaleras eléctricas. La comunidad vio en esto una oportunidad, y prolongó el sendero más arriba de modo que las visitantes pueden escoger el recorrido largo o “corto”, todo depende del guía y con seguridad de la tarifa.
https://youtu.be/_ZPcLt5atII