Al igual que muchas empresas del mundo que
tendrán que hacer cambios bruscos en sus planes y proyectos para los próximos
años a causa de la pandemia mundial, Avianca ha sufrido un aterrizaje forzoso
al quedarse sin tren de aterrizaje para los próximos años.
Aterrizar de barriga deja muy maltrecho un
avión y en el caso de Avianca es toda una compañía, cuya fórmula salvadora al
2023, era “refinanciar la deuda, simplificar la flota; salir de rutas no
rentables, de negocios que no son estratégicos, y enfocarnos en el servicio, en
el cliente, en subir el nivel”.
Ese era el pensamiento de su presidente Anko van der Werff,
antes de aterrizar de barriga y evaluar lo maltrecha que quedó la empresa a
causa del Cóvid-19. Ahora la fórmula salvadora fue la de acogerse al Código de
Bancarrota de Estados Unidos, para preservar las operaciones y reestructurar su
balance, proceso que incluirá a 39 compañías del conglomerado.
Al igual como les sucede a muchas aerolíneas alrededor del mundo,
los desafíos de Avianca son de larga trayectoria: sin ingresos, ninguna empresa
tiene un buen futuro. Con fronteras cerradas y la incertidumbre de no saber
cuando se abren de nuevo los cielos. Y cuando esto suceda, aguantar la penosa y
lenta recuperación de una demanda y unos clientes temerosos y empobrecidos.
En tanto pilotos y empleados de Avianca, que suman cerca de
19.000 en Colombia, siguen mirando el cielo preocupados por su futuro y el de
sus familias. La mayoría de ellos se acogieron a las vacaciones anticipadas, o
licencias no remuneradas que al parecer les llevarán varios meses más.
La compañía United Airlines por ejemplo, a principios de
marzo tomó medidas ofreciendo a sus empleados la opción de retiros voluntarios
sin indemnizaciones, además de los recortes de vuelos, esto como parte de la
estrategia para detener los efectos económicos por el coronavirus.
Salomón Kalmanovitz, en su columna de El Espectador del
cuatro de mayo titulada ¿Debemos salvar a Avianca?, afirma que “el cierre del
espacio aéreo por la pandemia del coronavirus le ha dado un golpe mortal a la
mayor parte de las aerolíneas del mundo; por lo tanto, nunca ha sido, y menos
ahora, un buen momento para que un Estado raquítico como el de Colombia se meta
en un negocio caro y malo. Tiene muchas otras prioridades sociales y económicas
que enfrentar y cuenta con escasos recursos”.
“No se debe poner al servicio de grupos financieros voraces
que no pagan impuestos y maltratan a sus usuarios, pero sí pretenden que los
subsidiemos los contribuyentes. Es preferible que la compre barata un grupo
privado nacional o extranjero y relance la operación cuando se abran los cielos
nuevamente”.